Roberto Chanona

Muchas veces me he preguntado en dónde cabe tanto júbilo por la incorporación de Chiapas a México, si todos estos años no han sido más que una sumisión de nuestra parte, al centro de México. Repito, en donde cabe… si como dijo alguna vez don Javier Espinosa Mandujano: “gobernantes que antes nos los mandaban de allen del mar, ahora nos los mandan allen de La Jineta”. Los iluminados del centro que en su mayoría ya no conocen Chiapas porque salieron muy jóvenes, o nacieron por azar en nuestro estado, y la mayoría solo vienen a llenarse los bolsillos para luego irse como el jibarito, locos de contentos…

Para muestra, como decía mi madre, un botón: Nuestro estado concentra el 30% del agua del país y con todas las hidroeléctricas, producimos el 54 % de la energía eléctrica de México. Entonces, si Chiapas aparece con un índice de pobreza del 67.5 % a nivel nacional, ¿cómo es posible que no tengamos tarifas preferenciales por parte de Comisión Federal de Electricidad?

De la gran explotación de maderas preciosas como la caoba en la selva Lacandona, Chiapas recibió migajas, como podemos constatar en el libro Oro Verde de Jan de Vos. Ahí encontramos un dato de 1899 cuando el cónsul de Francia, Louis Martin, calcula que se exportaban diez mil toneladas de cedro y quince mil de caoba por un valor de $600,000.00 y 1,350,000.00 pesos, con utilidades del 30 al 40 % y nos dice que: “no puede haber en el mundo mejor negocio”. Estas empresas eran españolas, francesas, americanas y una mexicana, que fueron las beneficiadas a partir de 1870 hasta 1930. ¿Cómo es posible que el gobierno federal no se diera cuenta de este gran negocio, para haber intervenido, ya no en favor de Chiapas, sino de México?

Luego vino la tala del bosque tropical con la empresa Aserraderos Bonampak en los años 1964 – 1974, que junto con otros madereros, campesinos y ganaderos, desparecieron un tercio de la selva Lacandona en 25 años. Y ahora brincan, zapatean y se desgarran las vestiduras por el tren Maya, que están deforestando -dicen-, cuando ya se habían chingado fácil un 40 % de la selva, sin que nadie hiciera tanta alharaca.

Cómo me pueden explicar estas personas que vitorean la fiesta con bombos y platillos, que tengamos por cada 100 indígenas, 12 que no hablan español, a 500 años después de la conquista y a 200 de la incorporación. Estos indígenas son nuestros coterráneos, pero no son nuestros contemporáneos, porque ellos viven en otra realidad. Realidad que el Gobierno Federal aprovechó porque convenía a los intereses políticos de los 70 años de la dictadura perfecta, o sea el PRI. Eran votos seguros a cambio de favores, complacencias y que ahora se han convertido en exigencias y en una realidad más bien preocupante.

En Resistencia y Utopía, García de León nos hace una radiografía de los chiapanecos que vale la pena retomar para entender nuestro pasado y nuestro presente. Una realidad de latifundistas trasnochados que los hizo poderosos individualmente, pero débiles en lo colectivo. Y una sumisión acomodada para nuestros propios intereses. Ya el espía inglés Tomas Gage durante su visita al estado, relata en 1624, las palabras de un fraile:” hay que recibir todos los honores que los indios nos hacen, ya que mientras podamos pasar por santos a sus ojos, estaremos capacitados para gobernarlos y para disponer de sus personas y de sus bienes.”

Así pues, todo apunta a que en esta visión de los vencidos nos ha quedado muy ad hoc a los chiapanecos, el papel de VICTIMAS. Dónde quedaron aquellos guerreros Chiapa que Bernal Díaz del Castillo los consideró como lo mejores que había enfrentado en todo México. Dónde quedaron aquellos guerreros de San Juan Cancuc que nadie se explica por qué no arrasaron con Ciudad Real; o los de la guerra de castas de Chamula, o estos grandes diplomáticos zinacantecos que cuando llega Cortés a Veracruz, van a platicar mucho antes de que llegaran los de Moctezuma. Qué visión diplomática la de estos coterráneos nuestros, que hasta la fecha son grandes comerciantes.

Entonces, dónde quedó la valentía de estos pueblos tan nuestros… Quedó aplastada por la fuerza militar del centro y la complacencia de un puñado de conservadores chiapanecos. Respecto a los conejos, los coletos, los turulos, los huacaleros, los cositías, los ropa caliente, los coitecos… con muy contadas excepciones, hemos jugado un rol de latifundistas trasnochados, o de grandes empresarios, pero siempre a la servidumbre del Centro de México.

Quizá el problema fundamental del chiapaneco es que cada quien jala por su lado. Quizá este problema venga desde la colonia cuando la libertad de tránsito estuvo prohibida so pena de 20 azotes por ir de un pueblo a otro. Además, el de tener 5 o 6 leguas distintas en nuestra región entorpeció la comunicación. No hay ninguna posibilidad de colectividad; la unidad de los chiapanecos es un mito, por lo tanto, es lógico que cada quien sea una historia diferente. Y esto nos ha hecho poderosos individualmente, pero débiles en el sentido colectivo. Las dos virtudes que nos quedan y que quizá, sea lo que nos ha salvado son: la conjetura y la adivinación. Nuestro presente siempre es una conjetura y una adivinación de lo que vendrá, sin tener certeza de nada.

Finalmente, referente al famoso plebiscito de la incorporación, encontramos que el conteo de votos en esa fecha arroja un total de 96,829 votos a favor de México, 70,400 a favor de Centro América y 4,000 neutrales. El gran total de votos es de 171,229. Esto queda confirmado el 14 de septiembre de 1824. Lo curioso del caso es que, en 1789, quiere decir treinta y tres años antes, se realizan dos censos de población en Chiapas; uno lo realiza el obispo Francisco Polanco y el otro lo realiza la Alcaldía Mayor de Chiapas y los dos arrojan un total (personas más, personas menos) de 61,500 habitantes en el Estado… repito habitantes, no votantes. Cómo es posible que en 33 años la población aumentó 109,729 habitantes. Mejor dicho, serían mucho más, porque este número solo es la diferencia de los votantes, no incluyen menores, ancianos y mujeres. Por lo que deja en claro que hubo mano negra en esta supuesta votación, porque hasta los muertos participaron.

Ahora, tampoco podemos ser tan radicales para decir que todo ha sido negativo, no señores, claro que hay cosas positivas, por ejemplo, toda la red de carreteras que sean construido; centros de salud que han sido para beneficio de los trabajadores y muchas obras y servicios que están a la vista para beneficio de nuestro Estado.

En conclusión, nosotros los chiapanecos hemos sido siempre un pueblo secuestrado. Primero por Los Chiapa, que tenían azotada a esta región; luego por los españoles que estuvieron 300 años; después por el Poder de Centro de México y ahora, por el narco que tiene aterrorizada la región. Chiapas ha sido siempre el botín de unos cuantos. Siendo un Estado tan rico en todos los aspectos, lo han empobrecido y nosotros hemos sido los ESPECTADORES PASIVOS de todo este saqueo de siglos y que aún no le vemos el fin. Quizá algún día agarremos al toro por los cuernos, ciudadanos responsables de nuestro futuro, y hagamos que las cosas cambien en favor de nosotros mismos, de nuestro Estado, de este Chiapas maravillo que es la tierra del jaguar.

Fuente:  PortaVozChiapas